domingo, 24 de mayo de 2015

¿Pienso lo que digo?







"¿Me he detenido a pensar que el impulso de decir algo hiriente
 podría provenir de mi propio sentido de culpabilidad 
que estalla en descargas contra otros?"

                                                     Un Día a la Vez en Al-Anon. p. 20 
                                               Al-Anon Family Group Headquarters, Inc. 1982




Aprendemos dentro de nuestro contagio familiar,  que pensar es rumiar un sin fin de ideas desastrosas y trágicas, llenas de ira y resentimientos, con el objetivo de tomar suficiente "fuerza" para poder actuar. También aprendemos que pensar es divagar por largas horas entre el pasado y el futuro imaginando cómo se podrían solucionar nuestras dificultades o suponiendo cómo sería nuestra vida si fuera de otra manera. Pensar es hacer un alto, analizar si lo que diré o haré conviene o no y actuar conforme a ello.

§     De alguna forma hemos interiorizado que pensar es algo abstracto, que se lleva a cabo en nuestra mente pero que no tiene conexión con nuestro presente ni con nosotros. De hecho libramos grandes batallas en nuestro pensamiento en donde ponemos los puntos sobre las ies, aclaramos, hacemos valer nuestros derechos, ganamos tales luchas o si las perdemos encontramos el plan b, y de repente, cuando dejamos nuestros pensamientos, aterrizamos en la realidad, tenemos frente a frente a nuestro contrincante de batalla y, no decimos nada. Quedamos en completo silencio, porque aquello que estaba en nuestra mente no lo podemos traer a la realidad.  Un resultado frustrante, que deja un sabor a derrota y que carcome el autoestima porque escuchamos una vocecita burlona que nos dice interiormente,  "no fuí capaz de decirle lo que estaba pensando". Eso no es pensar, eso es hacerse daño deliberadamente. y no tiene un ápice de sano juicio.


§     Mi forma equivocada de pensar a veces me lleva a suponer que los demás deben saber de alguna forma aquello que me gusta, que me pasa, las razones de mis disgustos, mis necesidades y todo lo que se relaciona conmigo. Hemos pensado que el hecho de estar cerca unos de otros nos obliga a adivinar los pensamientos de los demás y satisfacer sus necesidades y que los demás deben actuar para conmigo en la misma forma. Expresar nuestras necesidades o pedir aquello que necesitamos no es lo mas corriente en el contagio familiar. No podremos tener relaciones armoniosas con los demás si las basamos en meras suposiciones y adivinanzas. Nadie puede saber lo que otro está pensando ni tiene manera de satisfacer sus necesidades a menos que las exprese. Las recriminaciones como "debería saberlo", "pues ya me conoce", "estamos juntos hace 20 años", no son un argumento válido para no decir con claridad lo que necesita. Hay que pensar y luego decir lo que se desea.


§     Los demás se convierten en nuestra disculpa perfecta para poder conseguir nuestros deseos, pensando equivocadamente que no se notará, que no habrá consecuencias, o que podré mantener escondidos mis propios y verdaderos motivos cuando levanto el dedo acusador y digo que por él o por ella, yo tuve que... Entonces la autojustificación se hace presente y confirma que tuve que decirlo, que tuve que confesarlo, que tuve que delatarlo, o tuve que decirle la verdad a los cuatro vientos. Y me eximo de mi responsabilidad de haber pensado antes de hablar. Pensar requiere que contemplemos el alcance de nuestras palabras para saber de qué manera van a salir afectados todos los implicados en determinada situación y siempre saldrán a flote mis verdaderos motivos, aquello que yo ganaba al actuar de tal manera.


§     Pensar que la mejor ocasión de hacer reclamos o discutir sobre algo en particular, es durante el estado de embriaguez del ser querido, es una muestra más de nuestra falta de cordura al pensar. No solamente nos exponemos a no conseguir acuerdos sino que muchas veces nos exponemos físicamente a violencia y agravios psicológicos, que después usamos para "refrescarle la memoria" por las próximas semanas.


§     Los límites deben expresarse con claridad, después de haber pensado en sus correspondientes consecuencias. Las medidas que se tomarán para preservar el bienestar de la familia a pesar del consumo deberán ser expresadas después de un estudio concienzudo por parte de los miembros que tienen capacidad de decisión. Si hablamos después de haberlo pensado por un tiempo prudente, asumimos las consecuencias que se derivan de hacerlo.


§     Nos encanta hablar y preguntar. Siempre queremos hablar y hablar y hablar. El silencio nos cuesta. No escuchamos. Vamos soltando una idea tras otra, sin medir consecuencias, sin detenernos a mirar si lo que decimos es adecuado, si estamos con las personas indicadas o si por el contrario somos inoportunos con nuestros comentarios o hemos involucrado a quienes no deberían estarlo. No nos damos tiempo para hacer un alto entre cada frase, y preguntarnos si acaso no estamos hablando de mas, si lo que decimos ya lo hemos expresado varias veces, si lo que decimos daña a alguien mas, si lo que decimos no es de interés en el momento, si lo que decimos les interesa a los que nos escuchan y ni qué hablar de la forma en que nos expresamos. No nos fijamos en las palabras que usamos para transmitir el mensaje, si somos vulgares en nuestros comentarios, si somos coherentes o no con nuestras ideas y conceptos o si sólo hablamos de yo, yo, yo.


§     Y con las preguntas, no nos va mejor definitivamente. Preguntamos y no escuchamos la respuesta. Tomamos por cierta la respuesta que de antemano ya nos hemos dado y expresamos sin pensar al otro nuestro punto de vista, sin haber siquiera percibido sus palabras. Nos respondemos nuestras propias preguntas y anulamos a los demás, dejando un agujero enorme en las relaciones. Cada vez que preguntamos, no pensamos si estamos listos para escuchar la respuesta. Como estamos acostumbrados a que la respuesta será de nuestro agrado y la mayoría de las veces no lo es, el pensar si es oportuno hacer o no una pregunta, nos evitaría momentos muy dificiles y dolorosos.

Nuestras familias guardan secretos, hay hijos que no pueden ser nombrados ni recordados, negocios, propiedades, relaciones, y tantas "perlas" que nos acompañan, que es prudente pensar primero antes de formular las preguntas. Saber si estamos listos para actuar conforme a la respuesta que es, nos ayudará a encontrar el momento.


§     Decretos, sentencias, maldiciones y muchas decisiones tomadas en estado de ira y alteración, se han hecho sin pensar y luego cuando viene la calma, con ella llega el lamento de haber pronunciado tales palabras. Llega el dolor intenso y el anhelo profundo de devolver el tiempo, de no haber dicho aquello, de cambiar el veredicto, pero ya no hay formas de desdecir lo dicho. Una frase popular dice que las palabras hieren mas profundo que una espada. Y el contagio familiar por alcoholismo ha hecho que todos los miembros de la familia podamos ver nuestras heridas hechas por palabras que se dijeron sin pensar, en un mal momento, proferidas por personas que no sabían lo que decían.


§     En nuestro deseo obsesivo por ayudar a los demás, emitimos consejos y damos pautas de comportamiento a seguir sin pensar en las consecuencias que tales palabras pueden conllevar para quien las escucha atentamente. Nuestras opiniones sobre los asuntos de los demás distan bastante de la verdadera realidad. Jamás podremos tener la información completa que nos permita hablar con certeza sobre asuntos ajenos. Podremos mostrarles la experiencia que hayamos logrado en tal o cual asunto después de haberlo vivido plenamente. Pero a veces sin siquiera tener idea del asunto nos atrevemos a sugerir acciones que escapan a nuestro conocimiento y no pensamos en lo que decimos.


§     La crítica, la censura, los juicios, son elementos que caen también en el no pensar antes de hablar. Cada persona tiene una historia, tiene unos motivos, tiene razones suficientes para actuar como lo hace y ello no está a mi alcance comprender. Jamás podremos tener la certeza de que fulano ha actuado de tal o cual manera por una determinada razón. Pensar antes de decir palabras descalificadoras, sarcásticas o hirientes, nos evitará que cada vez sean menos lo que quieran sentarse con nosotros a compartir una agradable charla.


§     Si no decimos algo positivo, quizá debamos mantenernos en silencio. A veces la negatividad es destructiva y si es lo que hemos aprendido, pues es lo que compartiremos. Siempre hay algo que rescatar de una situación difícil, Siempre hay hechos maravillosos en el mundo de los cuales podemos hablar, siempre las personas hacen cosas estupendas y tienen valores que resaltar. No es verdad que la gente sólo sea cosas negativas. No es verdad que la vida, la ciudad, el gobierno, los hijos, el que toma o cualquier otra cosa, sea únicamente negativa. Pensemos en las cosas positivas del día a día y expresémoslas con alegría y entusiasmo.


§     Los chismes y la difamación son muestra ineludible de que no pensamos ante de hablar. La honra de las personas no puede ser objeto de comentarios de pequeños grupos. Inventar historias acerca de las personas o afirmar situaciones de las que no hay certeza, crean malos entendidos y destruyen la credibilidad de las personas en tiempos muy cortos. No hacer parte de estas prácticas nos fortalecerá en el pensar antes de hablar de nuestros semejantes.


§     Al amparo de la sinceridad, muchos sin titubear decimos lo que sentimos sin pensar en lo que queremos decir y en la forma como lo estamos expresando. Son muchas las veces que herimos y no respetamos los sentimientos de los demás, con tal de decir lo que sentimos sin la más leve diplomacia.
Ser sinceros en nuestro hablar nos exige una cuota adicional de pensar antes de pronunciar nuestras palabras. Tomarse un tiempo para ordenar las ideas y luego pedir un tiempo adecuado y un lugar apropiado para expresarlas, nos pueden ayudar a recuperar o a mejorar nuestras relaciones.



Y así, hay muchos ejemplos del por qué la comunicación en las familias disfuncionales por alcoholismo y otras adicciones es un verdadero talón de aquiles, No decimos lo que pensamos, no pensamos lo que decimos y nos convertimos en seres que hablan y hablan y hablan, que no se escuchan, que se critican, se censuran de formas muy crueles y pretenden amarse, entenderse, y comprenderse.

Sólo a través de un proceso de recuperación en un programa de Doce Pasos, podemos poner en la justa perspectiva nuestro hablar, nuestro pensar y nuestro actuar. Encontraremos medios para ser coherentes, para poder expresar nuestros sentimientos de una manera adecuada. Aprenderemos a escucharnos a nosotros mismos primero para poder escuchar a los demás después. Encontraremos respuestas a muchas de nuestras preguntas sin lastimar a nadie comprendiendo la verdadera dimensión de las respuestas.

Nuestros más profundos sentimientos son expresados a través de las relaciones con los demás. Es en los otros donde vemos reflejados todo nuestro dolor y nuestros defectos. Son como espejos que nos muestran nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Por eso muchas veces cuando le digo algo hiriente a alguien estoy mostrando la realidad de mi mundo interior. Siempre es fuera como es dentro. Incontables son las veces que alguien aparece en el momento menos adecuado y echamos sobre él o sobre ella todo nuestro infortunio sin que tuviese culpa o relación alguna. Cuando pienso en por qué digo lo que digo, siempre salen a la vista mis mas internos sentimientos y motivos. Por eso debo practicar Que empiece por mí. Entre más rápido me comprenda, me escuche, admita que es en mí donde está lo que veo en los demás, más pronto podré conocer la plenitud y el gozo en mis relaciones con los demás.


Hasta una próxima oportunidad.


Que la serenidad y la paz te acompañen a lo largo del camino, siempre.

ANNY L




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