La experiencia, fortaleza y esperanza que se comparten, cobran vida propia y quien la expresa pierde toda importancia. Es por eso que el anonimato se convierte en una herramienta útil para que el mensaje no se pierda por el mensajero que lo lleva.
El contagio familiar por alcoholismo nos crea la necesidad de poder, prestigio, control, figuración, deseo de aceptación y aprobación debido a nuestra poca autoestima, al poco amor que sentimos por nosotros mismos y sobre todo porque siempre hemos creído que en nuestra voluntad y con nuestra fuerza hemos de solucionar todo aquello que nos aqueja.
Sólo por la Gracia de Dios, algunos hemos llegado a buscar ayuda y la hemos recibido. Y sólo por Su Gracia hemos podido avanzar para poder poner en práctica los instrumentos de un programa de doce pasos, las ideas de alguna lectura espiritual, la guía de un maestro o pastor, o cualquiera que haya sido la forma en que Dios ha querido manifestarse para tendernos Su mano y devolvernos el sano juicio.
El anonimato, le confiere TODA la sabiduría a Dios cuando retiro mi nombre y dejo sólo para compartir con los demás Su mensaje, Su aprendizaje, Su solución, Sus instrumentos. De esta manera los principios son más importantes que las personas. Los principios espirituales se ofrecen para ayudar a otros y son los principios los que dan resultado, los que abren las puertas, los que brindan esperanza y los que son eficaces a la hora de actuar. No la persona que los comparte. Ayudar a otros es compartir lo que Sólo por la Gracia de Dios ahora yo comprendo y practico y darle todo el crédito a El.
Otro regalo que nos ofrece el principio espiritual del anonimato, es proteger mi identidad y la de mi familia. Muchas veces dentro del contexto del alcoholismo, la agresividad y la violencia se hacen presentes cuando alguno de los miembros de la familia decide pedir ayuda y hace visible el problema que se vive al interior y queda expuesto a ser agredido física o emocionalmente. No es fácil aceptar que en la familia se vive con alcoholismo y menos que nuestros seres más cercanos y a quienes mas amamos también sufren sus terribles consecuencias. Por eso el anonimato nos brinda la seguridad de poder hablar de nuestro problema sin identificar a ninguno de los miembros de mi familia y de proteger mi identidad en un grupo de apoyo sin revelar mi apellido ni aspectos relevantes de mi personalidad que muestren claramente mi origen y quienes son mis familiares.
Cuando llegamos a un grupo de doce pasos y Dios nos va ayudando a recuperar el sano juicio, al trasmitir el mensaje de esperanza que hemos recibido, nuestros familiares se ven expuestos a que nosotros seamos reconocidos en algún lugar público y de inmediato se nos asocie con ellos y aunque cada uno tiene derecho a decir de sí lo que estime conveniente, hay menores de edad y hermanos, hijos, esposos y parientes a quienes debemos proteger con el principio de anonimato, para que no sean presa fácil de burlas y comentarios fuera de lugar que les puedan ocasionar cualquier daño.
Ya en el trabajo mismo de la recuperación, el anonimato nos ofrece a quienes decidimos emprender este camino, la certeza de mantenernos unidos únicamente para buscar soluciones a una problemática común y no desviarnos con temas, como cargos, ocupaciones, abolengos, procedencia, sexo, religión, etnia, color, o cualquier otro aspecto que no sea del interés y el bienestar común.
El principio espiritual del anonimato nos recuerda
que el mensaje es más importante que el mensajero
y que puede darme a mi y a mi familia,
seguridad, paz y serenidad.
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