Ser nuestros propios jueces y verdugos, nos hace ser implacables con nosotros mismos. Sin embargo al hablar con otra persona sobre nuestros defectos, los va poniendo en la justa perspectiva y vamos descubriendo que no hemos sido tan santos como hemos creído, pero tampoco hemos sido tan villanos como nos hemos condenado. Empezamos a comprender la forma como han vivido los demás con nosotros y dejamos de maximizar lo que los demás nos han hecho. Porque si bien es cierto que hemos sufrido maltrato y desamor por parte de familiares y amigos, ellos a su vez han recibido de nuestra parte control, imposición, obsesión, descalificación, enojo y otros sentimientos que tampoco han permitido que las relaciones sean tranquilas, sinceras, francas, honestas, libres.
Ahora la moneda por fin tiene dos caras. Empezar a reconocer que mis actitudes no han sido las mejores ni las mas adecuadas, hace que comprenda cuál es mi parte en esta enfermedad. Y surgen preguntas como por ejemplo hasta qué punto he propiciado con mi actitud, la actitud que los demás han tenido para conmigo. Cómo he contribuido al malestar general de mi vida. Y se pueden empezar a ver las situaciones en la doble via en que realmente viajan. No solamente en la via de la víctima, en la que yo, me convierto en la persona sufrida, maltratada y los demás son los que me hacen la vida ingobernable. No se trata de seguirme lastimando, ahora porque encentro que yo he sido partícipe de la problemática disfuncional, no. Se trata de poner en evidencia que yo también tengo participación activa en la problemática que vivo, que no soy "la perita en dulce" que siempre quise aparentar, sino que también he contribuido a que las cosas no vayan tan bien como quisiera. Se trata de ser conscientes de que no todo es culpa o responsabilidad de uno solo, sino que las relaciones de todo tipo son de ida y vuelta, de dar y recibir, y que yo tengo participación en ellas y en sus resultados.
Por otro lado, al compartir mis dolores y culpas ocultas, puedo llegar a descubrir también que muchas de esas culpas y responsabilidades no me corresponden y que he estado asumiendo las consecuencias de algo que yo no provoqué ni tengo por qué cargar. Empezar a comprender por ejemplo que el alcoholismo de otras personas no tiene nada que ver con mi forma de actuar, de vivir, de ser, sino que es una enfermedad que no controlo, ni causo y no la puedo curar, le devuelve la paz y la dicha al corazón. Muchos hemos creído que con nuestro comportamiento, si hacemos o no hacemos, las personas pueden dejar de beber. Hemos llevado en nuestra cabeza que si somos perfectos, sin errores, las personas dejan de beber. Hablar de esas ideas que jamás compartimos con nadie, exponerlas desde la confianza con otra persona, hace que se disipen las dudas y que empecemos a comprender que hemos estado castigándonos por cosas que no nos corresponden y que al final no somos tan mal@s como hemos pensado de nosotros mismos.
Hablando con otros que también han hecho su quinto paso, podemos ver que no solamente a nosotros nos han pasado determinadas cosas, que sólo nosotros tenemos secretos que no queremos compartir, o que la vida ha sido muy difícil sólo para nosotros. Saber que hay otros que también lo han vivido y que ahora uno de ellos me escucha, me entiende, no me juzga y me sigue brindando su amistad aún después de escuchar mis defectos más ocultos, me da la esperanza de saber que sí se pueden hacer relaciones fuertes basadas en la verdad y en el entendimiento mutuos. Me da la fortaleza de saber que no estoy sol@ y que si otros pudieron, yo también puedo hacerlo.
Admitir ante Dios, que tantas veces he querido ocupar Su lugar y que he hecho mi voluntad a toda costa, es parte de compartir con otro en voz alta todo aquello que me ha ido revelando mi Cuarto Paso. Admitir que no he querido la participación de Dios en mi vida, que he salido corriendo apenas lo he sentido cerca, que jamás quise hablar de El y menos sentirle como parte de mi día a día, es abrir la puerta para que ahora El ocupe Su lugar y yo el mio. Reconocer y agradecer que aunque yo no lo he percibido, siempre ha estado conmigo, es empezar a fortalecer Su relación conmigo. Saber que comprende que soy humano, que me he equivocado, que no he actuado del todo bien y que no me juzga, ni me reprocha, ni me condena, sino que por el contrario me apoya, me brinda Su amor incondicional y Su paz para que ahora desde la claridad que me brinda el hablar con otros actúe diferente, cambie de pensar y de sentir y libere todas aquellas emociones que por largo tiempo han estado escondidas causándome dolor y sufrimiento, es lo que me hace seguir adelante y continuar con ahínco mi proceso de recuperación, confiando en que es posible mejorar mi calidad de vida, que es posible vivir de una mejor manera, que también la serenidad, el valor y la sabiduría son para mi.
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