lunes, 9 de febrero de 2015

Creencias



La Doctora Claudia Black, en su libro Eso nunca me pasará a mí, afirma:

"Los niños desarrollados en hogares donde hay adictos alcanzan la mayoría de edad enfrentando los problemas de la vida asumiendo las conductas que les han sido valiosas. Estas incluyen ser responsables, adaptables o mediadores, además de no hablar, no sentir y no confiar. Al alcanzar su mayoría de edad, los hijos adultos van por la vida felicitándose por ser supervivientes. No obstante, ya como adultos no encuentran razón alguna para cambiar sus patrones de conducta, esos que siempre les garantizaron la supervivencia".

Creencias que propician la conducta del niño responsable: "Si no lo hago yo, nadie lo hará". "Si no lo hago yo, algo malo pasará o las cosas empeorarán".

Creencias que propician la conducta del adaptable. "Si no me involucro emocionalmente, no me lastimarán" "De cualquier modo no puedo provocar una diferencia". "Lo mejor es que no llame la atención".

Creencias que propician la conducta del mediador: "Si soy amable, las personas van a quererme". "Si me enfoco en un tercero, el enfoque no estará en mi y eso está bien." "Si yo te cuido, no me dejarás ni me rechazarás."

Creencias que propician la conducta del un niño alborotador: "Si grito bastante, es posible que alguien me advierta." "Toma lo que quieras, nadie va a regalarte nada".



Tal como dice Ghandi, esas creencias se volvieron nuestros pensamientos. Pensamientos mezclados entre nuestras primeras letras y nuestras primeras sumas, entre las clases y el recreo, entre nuestros juegos de goloza y el soldado libertado, en nuestra casa, y en nuestros sueños.

Así crecimos. Pensando en que hacernos cargo de los demás era nuestro deber, pensando que nunca éramos lo suficientemente buenos, pensando que nos faltaba algo, pensando que éramos menos que... y sintiendo una enorme vergûenza por ser quienes éramos, pensando que el amor hay que ganarlo porque no lo merecemos, pensando que es mejor ser de  una raza o la otra, de un color o el otro, pensando que somos feos, inútiles, estorbo, problema o cualquier otro calificativo escuchado tantas y tantas, veces. Y pensando así, un día empezamos a hablar como si en realidad lo fuéramos.

Las mismas palabras que reforzaron nuestras creencias las usamos con nuestros amigos del colegio y la universidad y de adultos en el trabajo. Los mismos calificativos los utilizamos infinitas veces hacia nosotros mismos hoy en nuestra vida. Las palabras de manipulación que fueron en su tiempo efectivas a la hora de conseguir un permiso, hoy son parte de nuestro vocabulario para provocar un cambio de actitud en alguien cercano. Muchas de las palabras que ahora usamos, todavía guardan la fuerza de nuestra primera infancia. Entre las mas famosas: "no puedo", "no merezco", "no sirvo".

Hablando de tal manera, nuestras acciones en la vida, han sido difusas, inconclusas, equivocadas, atropelladas, desatinadas, siempre a la sombra de alguien mas que pueda tener el éxito y nos deje algo de su sabor como recompensa, tratando de encontrar el amor en espejismos, en personas, en trabajos, en negocios, buscando la felicidad en lo extremo, en el fondo de una copa de vino, en los hijos, en un país lejano, permitiendo el abuso y el mal trato con tal de no quedarnos solos o sentir nuevamente el frío del abandono.

Por supuesto que repetir tantas veces el mismo patrón de vida, un año tras otro, tras otro, se convierte en habitual. No en vano se busca uno tres o cuatro trabajos y siempre da con un jefe maltratador o abusivo que se aprovecha de uno y de su trabajo, pero llega la creencia y dice, es que soy de malas y siempre encuentro jefes así.  O dos o tres matrimonios con personas que consumen sustancias o tienen dependencias de la gente o de algún comportamiento y nuevamente la creencia dice, es que soy de malas y todos son iguales. Tantas veces repetimos nuestras creencias que hacemos de ellas un hábito.

Entonces de entre las cenizas, le damos vida a la "virtud" del victimismo, a la "virtud" de arreglarlo todo, sobre todo las personas, a la "virtud" de meternos en asuntos ajenos y no respetar a los demás, a la "virtud" de controlar hasta el tiempo, y  tantas otras "virtudes" que han nacido y crecido de nuestras creencias hasta hacernos parte de ellas, que hacemos de todo eso nuestro destino.

Pero no todo está perdido, por lo general cuando llegamos a este punto de nuestra historia, ese destino que nos habíamos forjado, nos lleva a buscar un nuevo destino. Uno más amoroso, menos duro, y con virtudes reales como la serenidad y la paz que tanta falta nos hacen,

Las creencias son sólo ideas. Ideas que en su momento hemos tomado como ciertas, ya sea porque vienen de personas que amamos y respetamos o porque las hemos visto convenientes. Pero son ideas al fin y al cabo. Y las ideas se pueden cambiar. 

Para muchos, cuestionar las ideas de los padres por ejemplo, es casi que motivo de excomunión. Se les ha dado un valor tan alto a las ideas que nos enseñaron nuestros padres, que si lo aprendí de ellos, así se quedará. Sin embargo, revisar con detenimiento aquello que en su momento fue adecuado para mí, pero que hoy ya no me sirve y que por el contrario me llena de dolor y tristeza, pues es lo más conveniente. No podemos seguir creyendo que los niños "vienen de Paris."

El tema de lealtad hacia la familia es muy fuerte y por eso a veces se repiten patrones de generación en generación, ocasionando daño en la vida de las personas, obligándolas a hacer lo que en realidad no les hace felices o sometíéndolas a duras costumbres familiares que hacen mas mal que bien. 

Muchas de aquellas creencias o ideas que escuchamos, fueron dichas con ira o en momentos de desesperación del que las dijo. Así que es hora de reconocer que no son ciertas y que sólo expresaban de una forma inadecuada el sentimiento de alguien mas.  Ideas sobre nuestras capacidades y limitaciones, fueron sólo meras opiniones de quienes nos hicieron el comentario. Eso no las convierte en reales. Muchos talentos se han perdido por el comentario equivocado de algún familiar o amigo que no le parecía ver ese talento en ese momento.

Le damos mucho valor a lo que dicen los demás, y dejamos de escucharnos a nosotros mismos. No le preguntamos a nuestro Dios Interior sobre el camino que debemos seguir, sino que preferimos pedirle consejo a aquel que no puede ver las cosas objetivamente. Y así tomamos por cierto el parecer de los demás. Eso es simplemente su opinión y como tal, puede estar equivocada.

Así como a veces hemos estado equivocados en nuestra apreciación de las cosas, los demás, incluyendo a nuestros padres, familiares y amigos, también pueden estar equivocados. Lo que quiere decir que sus opiniones sólo reflejan su punto de vista y nada mas.

Encontrar aquellas creencias que me hacen daño o que no me permiten hacer una vida tranquila y feliz, me permite a la luz de la comprensión, cambiarlas por unas diferentes, que me den serenidad y paz. 
Buscar un equivalente mental para las creencias negativas que influyen de una forma inadecuada en mi vida, es un compromiso con mi bienestar. 

Hay que empezar por cambiar nuestra manera de pensar. Cambiar nuestras ideas. Ampliarlas, renovarlas, suprimir algunas, re evaluar otras, mantener las que se ajustan a mi vida hoy, para poder hablar en positivo, con entusiasmo, con esperanza, con fe, y que nuestros actos reflejen esas palabras de dicha y felicidad, haciendo lo que más nos gusta, sirviendo a los demás con amor, hasta convertirlo en un buen hábito que reemplazará viejos patrones de comportamiento, y poder tener nuevos valores, unos que se ajusten a mi medida y a mi querer, para encontrar la luz de mi destino y estar conforme con él, vivirlo intensamente y poder compartirlo con todos los que amo.



Que la serenidad y la paz te acompañen a lo largo del camino, siempre.

ANNY L






















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