viernes, 9 de enero de 2015

Juicios






"Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, 
y del amor, la paz de Dios " 
                                                                                                        p. E-514 
                                                                                               Un Curso de Milagros.




Uno de los argumentos más frecuentes para no buscar ayuda cuando identificamos un problema de adicciones en la familia es que le tenemos miedo a los juicios de los demás, por lo que evitamos a toda costa hablar de ello y preferimos en cambio esperar a que el tiempo lo resuelva todo.

Si bien es cierto que los juicios de los demás son a veces crueles, también es cierto que sólo recibimos lo que damos. Y es que en materia de juicios, somos implacables y nuestro veredicto final a cualquier situación es CULPABLE. Al lado de tal afirmación se agazapa la auto justificación que nos permite todo mientras que a los demás no les permite nada y el pensamiento firme de que "yo no hice nada, la culpa de es otro". Ambas actitudes propias de familias disfuncionales en donde hacerse cargo de los actos no es lo usual pues se desconocen los límites y en donde nuestra desviada autoestima nos pone por encima de los demás a toda costa.

Demos una hojeada rápida a la forma en que emitimos frecuentemente nuestros juicios. Nos apoyaremos en nuestro sistema legal y sus procedimientos a la hora de llamar a alguien a juicio. A lo mejor entenderemos la razón del por qué los demás nos enjuician tan fuerte.

La primera diferencia radica en que mientras nuestro sistema legal presume inocente al acusado hasta que no se pruebe lo contrario, nuestros juicios dan por sentado que el acusado es culpable. Llámese acusado a hijos, padres, hermanos, esposo o esposa que han hecho algo "contra mi".

En segundo lugar, nuestro sistema legal enjuicia una acción. Cada vez que emitimos juicios contra alguien enjuiciamos  a la persona. Decimos es que ES un ... o ES una ...  Raras veces nos referimos a las acciones que hayan podido cometer separando la acción de la persona. Nuestro juicio se hace en contra de la persona.

Los instrumentos que se utilizan en los juicios de nuestro sistema legal se basan en un conjunto de normas recopiladas en códigos, que son principios que velan por la buena convivencia en una comunidad, estado, o nación.  Los instrumentos que utilizamos para juzgar a los nuestros se basan en nuestras propias creencias aprendidas de un medio familiar alcohólico ó adicto, en las opiniones de otros que de buen grado secundan nuestras actitudes de poco sano juicio, o en lo que dicen aquellos que no tienen ni arte ni parte en el asunto.

Al acusado le es nombrado un abogado defensor, que hará lo pertinente para probar su inocencia. Cuando enjuiciamos a alguien, sólo estamos él y yo y en muchos de los casos no está presente ni siquiera el acusado por lo que tampoco tendrá un abogado que lo defienda.

El fiscal es aquel que se encarga de probar la responsabilidad del acusado en la acción por la que se le enjuicia y deberá contar con TODA la información necesaria para hacerlo. En mi juicio personal, efectivamente asumo el rol de fiscal. Solo que no cuento con TODA la información referente al caso. Unicamente lo que alcanzo a vislumbrar a través de mi ira y mi deseo de venganza.

No son ni el abogado defensor ni el fiscal quienes dan el veredicto final sobre la acción del acusado. Esa es tarea de un jurado, que se compone de personas ajenas a aquel y que de una manera imparcial y objetiva se basarán en la información que proporcionen ambas partes para llegar a declarar inocente o culpable al acusado.  Nuestro acusado no tiene derecho a un jurado imparcial. Todo lo contrario, haremos una búsqueda intensiva entre aquellos con quienes el acusado tiene cuentas pendientes para que declaren en su contra y reafirmen nuestras acusaciones. Nosotros mismos hacemos de fiscal y jurado a la vez. Omitimos el  hecho de que es en el presente que se ha presentado el hecho y revolvemos el pasado para encontrar otras situaciones que sumamos a la falta ya anotada, haciendo mas difícil conseguir una absolución para el acusado.

Nuestro sistema legal, llegado el caso, tiene contemplada la pena a la acción cometida, que deberá ser pagada en un lugar y tiempo determinados. Y al finalizar el tiempo, se liberará al condenado y técnicamente puede reintegrarse a su comunidad. Hay hijos que aún ni ofreciendo su propia vida en sacrificio lograrán que su padre o madre les perdone el haberse ido de la casa a buscar su vida y su suerte en otro lugar. Todavía hay madres o padres que lloran a diario por no haber tenido el suficiente dinero para pagarle la carrera a su hijo que desde hace más de 20 años ni siquiera una llamada les hace porque todavía les reprocha. Deslices amorosos que aunque ya han pasado muuuchos años y continuaron la convivencia, las camas separadas muestran que todavía falta pagar algo de la deuda.

En nuestros juicios no habrá manera de que el acusado algún día se reintegre a su comunidad. Se le recordará con vehemencia el desatino cada vez que cometa otro error. El desacierto le dejará un rótulo en su frente que le recordará lo que alguna vez no debió hacer. Aunque pasen los días y los días, ese hecho se traerá al presente como herramienta de manipulación, generando culpa. Quedará para siempre como el borracho, el infiel, el ladrón, el estafador, el abusador, el mentiroso, la fácil, la interesada, la mala madre, la loca. Y aunque hayamos pasado al siglo XXI seguiremos arrastrando el lastre de seguir culpando a los nuestros por los errores del pasado.

Con esta forma tan desequilibrada y arbitraria de emitir juicios, ¿cómo podemos esperar benevolencia de parte de los demás con nuestros errores y equivocaciones?

Preguntar y escuchar deberán ser nuestras primeras acciones antes de emitir un juicio. Tener TODA la información antes de pronunciarnos a favor o en contra. Buscar la serenidad y el momento adecuados para analizar fríamente la situación sin dejarse llevar por la ira del momento. Incluir a todos los que se vean afectados en la situación y velar por el bienestar común.

Recordar que cada quien actúa por lo que piensa y siente en su corazón y que no somos la razón de actuar de los demás. No somos el centro del universo. Las personas son sólo el reflejo de sus creencias, del medio en el que nacieron y se criaron y actúan por lo que aprendieron. Recordar no pedirle peras al olmo. A veces esperamos de las personas más de lo que ellas nos pueden dar. Nadie se propone un día ser adicto o alcohólico para dañar a la familia. La gente no nos hace. La gente simplemente hace.

Todos tenemos derecho a la equivocación y también derecho a la defensa y a la rectificación. Vivir el presente ayuda a pasar la hoja y crear nuevas oportunidades. Ponerse en los zapatos del otro, nos ayuda a comprender que a lo mejor en las mismas circunstancias hubiésemos actuado de la misma manera. Separar las acciones de las personas mantiene los lazos de amor.

Todos somos hijos de un Poder Superior a nosotros, que está dispuesto a recibir la ira, la intolerancia, el dolor de un hecho y nos devolverá paz, serenidad y sano juicio para emprender las adecuadas acciones. Siempre está. Es invariable. Sin embargo es en el que menos pensamos a la hora de emitir juicios contra alguien más. Los juicios no nos hacen iguales, nos aumenta el ego y nos desvía de nuestra verdadera naturaleza espiritual.

Permitir que cada uno sea responsable por sus acciones y que repare sus errores es la mejor política para mantener unas relaciones fuertes y duraderas. Cuando se dejan las cuentas cero a cero, se puede pensar en volver a empezar pero ahora de una manera diferente y mejor.

Preguntarse qué parte yo he tenido en todo esto, es importante para equiparar las cargas. A veces cuando se ve sólo culpa en uno solo, la solución es demasiado pesada para ese alguien. Las relaciones son siempre de dos o mas. Si hay alguien que hace algo diferente, los demás también han tenido su parte. Hay que ser objetivo e imparcial a la hora de admitir que también he tenido que ver en lo sucedido y que debo asumirlo y reparar lo que me corresponde.

Los consejos de aquellos que no hacen parte, no tienen toda la información o no son imparciales son perjudiciales y a veces empeoran las situaciones. Buscar apoyo y guía a la luz de principios espirituales con un padrino o madrina o compañero de un programa de doce pasos, será lo mas adecuado.


"Gran Espíritu, ayúdame a no juzgar a nadie
 hasta que haya caminado con su mocasines"

                                            Oración de los indios Siux.
                                            Valor para cambiar pg 197.
                                       Al-Anon Family Group Headquarters, Inc








Que la serenidad y la paz te acompañen a lo largo del camino, siempre.

ANNY L







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