lunes, 14 de octubre de 2013
Tercer Paso
A través de los años, no hemos podido confiar sino en nosotros mismos, en nuestra voluntad y en nuestros medios. Sin embargo hoy en el Tercer Paso se nos pide confiar en un Poder Superior a nosotros como cada uno lo conciba.
Nuestras relaciones con las demás personas no han sido precisamente la mejor muestra de confianza. Secretos revelados, traiciones, mentiras, falsas promesas, son algunos factores que no permiten que el corazón se abra para confiar.
No obstante, cuando en el Segundo Paso llego a creer que habría "algo" mayor a mí, que pudiera hacer por mí lo que yo no puedo, le doy a ese "algo" características muy diferentes a las condiciones humanas. El solo hecho de ser Superior a mí lo pone mas allá de todas nuestras limitaciones y lo hace muy diferente a todos aquellos en quienes no pude confiar.
Para muchos la palabra Dios encarna ese Ser Superior. Para otros la Naturaleza, el Universo, la Luz, la Inteligencia Divina o la Presencia se convierten en su Ser Superior. Otros en cambio toman como su Ser Superior los Principios Espirituales de un Programa de Doce Pasos, o sus literaturas, o sus reuniones de grupo en las que manifiesta Ese Ser en el compartir de cada miembro.
Sea cual fuere nuestra elección y nuestra idea de Dios, el que sea amoroso resulta indispensable. Que esté conmigo no contra mi. Que no me persiga con cada uno de mis errores, ni me juzgue ni me maltrate por haberme equivocado. Que esté siempre presente en todo momento de mi vida, día y noche.
Que esté a un pensamiento de mí. Que me llene con su sabiduría cada vez que lo necesite. Que me muestre Su voluntad y me dé las fuerzas para cumplirla.
Siendo el Programa de Doce Pasos, un programa espiritual, no religioso, concibe la idea de Un Ser Superior a mi y me invita a que someta mi voluntad a la Suya, habiendo reconocido en el Segundo Paso que no tengo sano juicio y que sólo Aquel podría devolvérmelo.
La práctica continua y permanente de recurrir a este Ser Superior para soltarle todos nuestros asuntos y que se encargue de ellos, sin omitir hacer la parte que nos corresponde, se convierte en la herramienta más poderosa de vida. Poco a poco llegamos a creer con más firmeza y cada vez aumenta nuestra confianza al experimentar en nuestro día a día Su presencia, Su guía, Su amor incondicional.
Poder ahora entregar mis sentimientos, mis pensamientos y mis acciones, a ese Ser Superior en momentos en que me siento abatido, ansioso, iracundo, miedoso o de cualquier otra forma que me impida ver las cosas con claridad, me da la certeza de que hay Uno más grande que yo, que puede hacer por mí, lo que yo no puedo.
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