martes, 15 de julio de 2014

Unidos por la culpa.




Uno de los rasgos más fuertes que tiene la codependencia es hacerse cargo de los sentimientos de los demás. Evitar que nuestras acciones lastimen a los otros, no ocasionarles el más leve desengaño ni incomodidad, aunque sacrifiquemos nuestros anhelos, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestra vida, es la consigna diaria en nuestra demencia emocional.

Esta necesidad muchas veces nos lleva a querer formar lazos con todos los que nos rodean de forma permanente o duradera y cuando no logramos hacerlo desde el amor, echamos mano de lo que primero esté a nuestro alcance y algunas veces lo único que encontramos para relacionarnos con los demás es la CULPA.

Hemos aprendido a hacer una cosa, a sentir otra, a pensar en una muy diferente y a decir aquella que no concuerde con ninguna de las anteriores. Es por eso que cuando por ejemplo, una madre o un padre en un arranque por buscar el bienestar de su hijo, le dicen "vete al extranjero y vive tu vida, busca tu destino"; y éste lo hace y lleva sus anhelos e ilusiones lejos de ellos, un día, muy cercano al dia de su partida, empieza a sentir desánimo, se encuentra triste, sabotea todo intento de trabajo o estudio, llena de penurias su vida, porque ha notado en cada conversación con su casa familiar, el lamento, la queja por su ausencia y asume que los problemas que se han presentado alli durante su ausencia son por su CULPA.

Jamás podrá volar, jamás podrá lograr lo que las palabras le prometieron de vivir su vida y su destino. Lo devolverá un fuerte sentimiento de culpa y habrá puesto por encima de su realización personal los sentimientos de aquellos que un día lo abrazaron en su partida. Se siente unido a ellos por la culpa de no estar.  Una vez mas habrá ganado la enfermedad emocional de la codependencia. Este es el caso de muchos, que hoy ya pasada mas de la mitad de la vida, recuerdan las oportunidades perdidas por haberse sentido culpables de dejar sus padres, un lugar, una pareja, un trabajo y no lograron cumplir sus sueños de vida.

Desprenderse emocionalmente, fortalecer la autoestima, ver a los padres como adultos y como los grandes capaces de resolver sus vidas y enfrentar los avatares de la vida, se requiere para poder decir adiós sin un ápice de culpa. Dejar de pensar que somos el obligo del mundo y que todo gira a nuestro alrededor y que la familia toda, sucumbirá si no estoy presente allí entre ellos, se requiere para poder decir adiós sin un ápice de culpa. Saber que más allá de mis deseos y mi relación con los demás hay una relación más grande que abarca el amor que nos ofrece día a día el Dios de nuestro entendimiento, se requiere para decir adiós sin un ápice de culpa. Aceptar que hay un propósito Divino en cada uno de nosotros nos da la fuerza, para decir adiós sin un ápice de culpa. Respetar a los otros y permitirles sentir sus propias emociones sin querer hacerme cargo de ellas, se requiere para decir adiós sin un ápice de culpa.




En nuestro cada vez mayor número de parejas divorciadas, aquellas palabras pronunciadas con desdén de "vete y no quiero volver a saber de ti", lanzan en el aire un pesado lazo de culpa que habrá de mantener unidos a aquellos que hoy dicen dejarse para toda la vida.

Cuando uno de los cónyuges de la fallida unión cae en desgracia económica, social, moral o de cualquier índole, el otro aunque esté lejos, se siente culpable de la suerte de aquel. Y aunque los kilómetros de tierra los separe, no podrá hacer adecuadamente su vida, ni logrará la felicidad que tanto ha buscado, porque su sentimiento de culpa inconsciente frente al desdichado, se apoderará de su pensamiento y sentimiento. Y ahora, desde la culpa se mantendrán mas unidos que antes, cuando desearon un día estar atados por los lazos del amor.

En una pareja que se separa, ambos tendrán que lograr su bienestar y encaminar su vida desde la plenitud, para que realmente su deseo de estar separados se concrete. Un matrimonio establece un vínculo muy fuerte entre los amantes y a veces inconscientemente nos resistimos a aceptar la ruptura y nosotros mismos provocamos nuestro malestar y nuestra desgracia para "cobrarle" a aquel "lo que me hizo". Eso indudablemente los deja unidos por la culpa hasta que se haga consciencia de aquello y se enmiende adecuadamente.

Dejar ir, no es una de las virtudes del codependiente, pero es la solución más eficaz para no quedar atrapados en juegos inconscientes de culpa y venganza. Aceptar los ciclos, con sus términos y tiempos, comprender que no hay nada eterno en el mundo de los seres humanos, hacer los duelos y liberar el dolor y la tristeza adecuadamente, romper recuerdos, cambiar de espacios, plantearse nuevos objetivos y lograrlos, agradecer el pasado por la experiencia, son formas de liberarse y liberar al otro para que ambos tengan la tan anhelada "segunda oportunidad" que ahora buscan.


La cárcel, el cementerio, los secretos, las adicciones, la dependencia económica, son otros buenos ejemplos en donde la culpa ata a las personas por tiempos inmemoriales.


Aquel que denuncia se siente culpable por haber enviado a otro a la cárcel. Si hay familia y niños de por medio mucho más. Su bienestar decae y no puede realizarse plenamente porque su culpa lo mantiene atado a aquel que está en la cárcel.


Los "hubiera" o los "pude haber hecho" luego del fallecimiento de un familiar o un ser querido, me pueden dejar unida emocionalmente a aquel que ya no está. Al sentir que si hubiese cambiado de actitud o si hubiese hecho algo diferente aún estaría con vida. Si por ventura hubo un disgusto antes del fallecimiento la culpa se acrecienta en el corazón de quien sobrevive. En muchos casos el difunto acompaña al vivo por el resto de su vida porque ha quedado atrapado en la culpa.


Es muy común hacer sentir culpable de las desgracias familiares a aquel que padece una adicción. Se convierte en el arma de manipulación preferida por todos para obtener beneficios que de otra forma no se tuvieran. Así, es la culpa y no el amor lo que va uniendo a padres con hijos, a hijos con hijos, a hijos con padres. Por mi culpa están mal, yo no merezco nada bueno.


Aquel que pone el dinero, pone las reglas. Y como por lo general el que lo recibe no está en condiciones de devolverlo, le asalta la culpa y por ello termina haciendo lo que no quiere, diciendo lo que no siente y aceptando lo inaceptable . Aunque hubiese la necesidad de dejar al mentor, eso no se hace posible porque después de todo "él me lo ha dado todo". Otra relación basada en la culpa.


Las infidelidades, los hijos fuera del matrimonio, los negocios ocultos, generan sentimientos de culpa. Eso hace que las relaciones se tornen muchas veces mas tolerantes, mas "cercanas". Como en la mayoría de los casos esto generaría ruptura o distanciamientos, se procura ser lo "mas bueno posible" para que eso no ocurra cuando todo se sepa y en el fondo lo único que lo ha movido a tener ese comportamiento tan "amoroso" con los suyos, es la culpa.


Siempre el amor es la mejor opción. El me da la certeza del buen actuar, de la decisión acertada, de aceptar aquello que no puedo cambiar. Asumir las consecuencias de mis actos en todo momento y lugar, evita que se acumule la culpa en mi corazón. Reconocer que entre cielo y tierra no hay nada oculto, me debe llevar a una franca comunicación con todos, pero especialmente con aquellos que más quiero. 

Estar unidos por el amor nos trae alegría y gozo. Mientras que estar unidos por la culpa nos trae dolor y sufrimiento. Estar unidos por el amor fortalece a los miembros de la familia, del grupo, del trabajo, de cualquier lugar.

La culpa busca castigo y el castigo produce dolor. Ser culpable y ser responsable no es lo mismo. El culpable busca su castigo. El responsable repara su error.

Mientras siga creyendo que a través del dolor y el sufrimiento puedo llegar a ser una mejor persona, me seguiré relacionando desde la culpa.

Mientras no me adueñe de mi propia persona y deje de asumir que otros tienen la responsabilidad de mi vida, voy a seguir buscando culpables.

Mientras siga obteniendo beneficios de culpar y condenar, la culpa no va a desaparecer.

Mientras siga en el pasado, la culpa siempre se vera en mi presente, mas fuerte que yo.

Mientras que ponga el dolor por encima del amor, la culpa seguirá siendo parte de mi vida.

El amor libera, la culpa ata. Mientras solo quiera ataduras a mi vida no dejaré ir ni podré soltar. Eso se reflejará en mis relaciones y en mi propia vida cada día.



Que la serenidad y la paz te acompañen a lo largo del camino, siempre.

ANNY L






























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