domingo, 5 de octubre de 2014

Límites


"Tus derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás"

Los límites son linderos invisibles que definen lo que soy y lo que no soy. Me muestran dónde termino yo y dónde empieza otra persona. Me permiten decidir qué comportamiento es aceptable no sólo en los otros sino también en mí. Me ayudan a cuidar de mí mismo. No son para cambiar al otro ni para manipularlo. Son invisibles, pero reales, e identifican aquello que llamo YO.

Los usamos para decirle a otra persona que no puede lastimarnos, ni usarnos, ni tomar lo que tenemos, que no puede abusar de nosotros, ni invadirnos, ni violar nuestros derechos. Contienen nuestro territorio, nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras emociones, nuestro espíritu, nuestras posesiones físicas o abstractas, nuestros derechos y nuestra energía.

Los límites, nos ayudan a mantener afuera lo que nos perjudica y por dentro nuestros tesoros y todo lo bueno. Para ello, cuentan con puertas que nosotros abrimos a voluntad para conservar lo bueno y dejar salir lo que nos hace daño. Cuando no hacemos estas puertas, los límites se convierten en muros.

Para poner límites, debemos saber cuándo decimos un NO o un SI completamente adecuados para nosotros. Cuando me expreso de esta manera clara a los otros, les permite conocer las normas vigentes en mi terreno y darles a conocer que habrá consecuencias para ellos al invadirlos o transgredirlos. Les dicen la forma en que estamos dispuestos a cuidar de nosotros mismos y defender nuestro espacio personal.

Los límites se aprenden temprano en la vida. Sin embargo en una familia disfuncional por alcoholismo o por otras adicciones, los límites no existen y en general el cuidar de ti mismo se ve como un acto de egoísmo y bastante inapropiado. Los límites de los niños se ven vulnerados por los adultos que los rodean, no respetando sus tiempos de sueño y descanso, sus gustos, sus motivos de llanto, sus espacios de juego y diversión. Vulneran sus límites cuando los exhiben ante sus amigos y los avergüenzan pidiéndoles que hagan la función que ha de complacer a la visita. Poco a poco ellos van aprendiendo que satisfacer las necesidades de los demás es más importante que cuidar de ellos mismos y que sus necesidades e intereses están por debajo de las necesidades e intereses de los demás. En pocas apalabras, aprenden a dar sus primeros pasos en el camino de la codependencia.

Por otro lado, cuando no les permitimos a los niños asumir las consecuencias de sus actos, les damos el suficiente material para que sean los controladores del futuro, en donde su punto de vista y sus deseos son su única referencia para relacionarse con los demás.

Mi conducta no solo me afecta a mi. También afecta a los otros, Es por eso que asumir las consecuencias de mis actos me enseña a respetar los límites de los demás. Y a considerar detenidamente mis acciones para no afectar a nadie con ellas. Un padre o madre alcohólicos por ejemplo, no sólo afectan sus vidas. Afectan todo el entorno familiar, social y de trabajo. No tengo derecho a lastimar a nadie con mis acciones. No me corresponde violentar los límites de las personas que mas amo, con el argumento poco ético de que  "para eso son mi familia" o el famoso "así soy yo".

Darle entrada libre a nuestro terreno a alguna persona puede convertirse en la decisión más peligrosa que jamás se haya tomado. Frases de amor romántico como "tú puedes hacer conmigo lo que tu quieras", "seré tuy@ para siempre", "mi vida te pertenece" y la no menos trillada frase de "es mi mujer o es mi hombre", derriban automáticamente los límites de quien las pronuncia quedando completamente a merced de aquel a quien se ofrecen con tanto ahinco. Sin embargo, sabiendo que siempre nos rodeamos entre iguales, al reconocer nuestra incapacidad emocional de codependencia, puedo inmediatamente reconocer que aquel que recibe tales beneficios tampoco está en sus cabales emocionales. Entonces ocurre lo que después lamentamos. Entra como Pedro por su casa, se acaba hasta lo de la alacena y luego da la vuelta y se va. Y aquel que ofreció sus tesoros con tanta generosidad, queda atrapado en el dolor, el resentimiento. la frustración, la culpa y la vergûenza, al amparo de la promesa de que jamás volverá a repetir esa situación.

Los límites están para protegerme y para que pueda sembrar en mi terreno todo aquello que me hace feliz y para alejar todo aquello que me lastime, me haga daño, no me guste, me perjudique en alguna forma o me cause dolor.

Los limites empiezan a tambalear cuando:

No podemos DECIR  NO y nos convertimos en COMPLACIENTES
No podemos DECIR SI y nos convertimos en EVASORES
No podemos ESCUCHAR NO y nos volvemos CONTROLADORES
No podemos ESCUCHAR SI y no convertimos en INDOLENTES

Un COMPLACIENTE aprende que es malo decir NO, pues lastima a la gente, tiene miedo al abandono, miedo a la ira de otro, se siente culpable al negarse, asume las responsabilidades de los demás y se convierte en un discapacitado emocional de por vida, porque se funde con las necesidades de la gente, olvida las propias y  minimiza las diferencias para evitar los conflictos. Se daña su radar emocional y espiritual y no sabe cuidar de sí mismo ni de su corazón. Es un sacrificio viviente.

Un EVASOR deja pasar las oportunidades por no decir SI. No buscan apoyo, ni solicitan, ni reciben ayuda, no permiten que nada bueno entre pero tampoco dejan salir lo malo, sienten que sus necesidades son algo vergonzoso y se aíslan cuando necesitan algo. Ponen límites donde no deberían ponerlos y no los ponen donde les  convendría ponerlos. No construyen límites sino muros.

Un CONTROLADOR no respeta los límites ajenos. Considera el NO de los otros, como un desafío o reto para hacer que el otro cambie de opinión. Al no respetar los límites de los demás se convierten en abusadores físicos o verbales, manipuladores y agresivos. Al ser sordos al No de los demás, les atribuyen toda la responsabilidad de sus vidas encontrando la manera que los otros violen sus propios límites y los acepten y carguen con sus vidas. Procuran cambiar al mundo y a los demás para que se ajusten a su idea de como debería ser la vida. No aceptan a los demás como son. No se arrepienten. Siempre tienen una justificación para sus acciones.

Hacen daño en los límites de los demás y en sus propios límites.
No tienen disciplina.
No ponen freno a sus impulsos y deseos.
No pueden diferir la gratificación.
No pueden responder por sus vidas.
Están aislados. Las personas que están a su lado lo hacen por temor, culpa o dependencia.
Buscan por lo general a un complaciente para que éste no se oponga a ninguno de sus deseos.
El antídoto para un controlador, es dejarlos vivir las consecuencias de su irresponsabilidad.

Un INDOLENTE es sordo ante las necesidades y requerimientos ajenos. Niegan su responsabilidad en el amor. Niegan favores a quienes se los solicitan. Critican las necesidades ajenas. Están absortos en sus necesidades y deseos propios y excluyen a los demás.

¿POR QUE TENGO PROBLEMA CON MIS LIMITES?

Muchas son las razones por las cuales los límites no se han convertido en nuestro escudo de protección permanente. Las siguientes son unas pocas que nos invitan a seguir indagando en nuestros propios casos.


1.  Padres que hacen confidentes a sus hijos menores de edad.
2.  Cuidar de alguien que se supone debe cuidarnos.
3.  Vivir con alguien que nos alentó a ser dependientes en exceso a ellos.
4.  Cuidar de otros y asumir sus responsabilidades.
5.  Vivir con un controlador, porque nuestros derechos no fueron respetados.
6.  Aprendí que cuando soy "bueno" me quieren y cuando soy "malo" me rechazan.
7.  Los padres se enojan cuando los hijos adultos desean independencia.
8.  Hacer las cosas para evitar la ira ajena.
9.  Sobre protección. Crea dependencia.
10.  Crecer en un entorno sin límites, pues no hay ejemplos de límites. Léase familias disfuncionales por alcoholismo y otras adicciones.
11.  Cuando la persona más cercana usaba el chantaje emocional.
12.  Cuando el berrinche me dio resultado. "Soy omnipotente".
13.  Cuando se usa el régimen autoritario y no la democracia.
14.  Cuando el postre iba primero que la sopa. No aprendimos a diferir la gratificación.
15.  Cuando la disciplina era castigo y no la forma de enseñar que las acciones tienen consecuencias y deben asumirse.
16.  Cuando el perdón exime de la responsabilidad al agresor.
17.  Cuando papá y mamá fijaban límites contradictorios.
18.  Experiencias emocionales intensamente dolorosas. Abuso sexual, accidentes, enfermedades, la muerte de uno de los padres, divorcio, pobreza extrema. Crean una certeza de inseguridad permanente ante cualquier peligro.
19. Nuestra altísima tolerancia al dolor.
20.  No tener una idea clara de mi mismo y no saber que los límites son mas que una opción, un derecho de vida.

CLARIDAD EN LOS MITOS SOBRE LIMITES

1.  No soy egoista si pongo límites. Sólo me protejo.
2.  No son rebelión. Dan conciencia entre sentir, actuar y pensar.
3.  No me van a causar dolor.
4.  No son un arma ofensiva para atacar a nadie. Son una arma defensiva para protegerme a mi mismo.
5.  No son señal de enojo. La ira sólo surge en el momento en que son violados nuestros límites  y cesa cuando el peligro desaparece.
6.  Los límites de los demás nos duelen en la medida en que no pongo los míos. Si yo no tengo límites tampoco permitiré que otro los tenga

SUGERENCIAS DE SOLUCIONES

1.  Comunicar adecuadamente mis límites. Nadie va a adivinar aquellas cosas que estoy dispuesto a permitir y las que no. Informarlas a tiempo es mi deber y obligación.
2.  No se puede cuidar de los sentimientos ajenos y poner límites. Para ello el desprendimiento emocional es nuestra mejor ayuda.
3.  Confiarle al Dios de nuestro entendimiento nuestros sentimientos y nuestros pensamientos para poder protegernos en todo momento.
4.  Integrarlos a mi vida como un sistema de protección permanente.
5.  Empezar a poner límites si no los he traído desde mi infancia apoyado en los principios espirituales de un programa de doce pasos o la opción espiritual que elija.
6.  La ira es una señal de que están violando mis límites. La culpa es una señal de que estoy violando los límites ajenos.
7.  Escuchar el lenguaje corporal nos ayuda a poner límites adecuados.
8.  Mantenernos firmes en nuestro SI o en nuestro NO fortalece nuestros límites.
9.  Sentir, pensar y actuar con congruencia evita que nuestros límites sean transgredidos.
10.  Ponerle límite a la lengua. Dejar de hablar sin parar, dominar las conversaciones, evitar los chismes. Evitar  sarcasmo, amenazas, adulaciones y en general las palabras que dañan. Dejar la queja.
11.  Ponerle límite al gasto. Evitar compras compulsivas, hacer préstamos, pedir prestado, comprar lo que no se necesita, no manejar un presupuesto.
12.  Ponerle límite a las actitudes negativas. Revisar si soy parte de la solución o me he convertido en parte del problema. Mirar si mis actitudes son dignas de ser imitadas.
13.  Ponerle límite al tiempo. Hacer de la puntualidad un hábito. Terminar las actividades que empiezo a tiempo. Poner límite a las visitas.
14.  Ponerle límite a la baja autoestima, a la victimización, al auto sabotaje, a la auto conmiseración y a todo aquello que de una u otra forma me dañe, es mi responsabilidad, obligación y derecho.
15.  Ponerle límite a meterme en la vida de los demás y ocuparme de mis propios asuntos.


Los límites se pueden negociar, llegar a acuerdos,
 pero su NO y su SI le pertenecen.
Usted es dueño de sus límites. 

Cuando una persona no puede poner límites 
es porque no puede liberarse de una persona de quien está fusionada.




Que la serenidad y la paz te acompañen a lo largo del camino, siempre.

ANNY L




BIBLIOGRAFIA

Dr. Henry Cloud y Dr John Townsend. Límites. Ed. Vida. Miami Florida. 2000
Melody Beattie. Más allá de la codependencia. Grupo Editorial Patria.2008


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